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Retablo (2017)
En un aislado pueblo de Perú, la vida de un joven de 14 años se transforma radicalmente cuando descubre un secreto de su padre.
Dirección: Álvaro Delgado Aparicio
Guion: Álvaro Delgado Aparicio, Héctor Gálvez, Marcio Reolon, Filipe Matzembacher
Reparto: Amiel Cayo, Junior Béjar, Magaly Solier, Hermelinda Luján, Mauro Chuchón
Género: Drama
Duración: 1h 41min
RESEÑA
​Narra la historia de un adolescente (Segundo) y su padre (Noé), un maestro retablista que desea transmitir todo el conocimiento del arte del que se ocupa, a su único hijo, y así continuar un legado familiar. Todo en aquella familia, que incluye a la madre (Anatolia), es de aparente tranquilidad hasta que un día cualquiera, el hijo descubre un secreto de su padre, lo que cambiará totalmente la relación de ambos. El hijo entonces se sumirá en un largo silencio mientras rechaza el arte que aprende, y, por consiguiente, aquel legado artesanal, cultural y paternal.
El arte del retablo, patrimonio cultural en Perú, no solo representa un trabajo detallista y de extrema paciencia para escenificar situaciones costumbristas y emparentadas con lo religioso. Constituye también un modelo que refuerza vínculos familiares. Su existencia supone una tradición de generación en generación y que parece estar atada a una restricción de descendientes y muy pocos discípulos fuera del ambiente familiar.
Que Retablo gire en torno a este trabajo no parece entonces muy gratuito. Obviando sus alcances estéticos y el meticuloso trabajo fotográfico y de arte, así como un esmerado y correcto guion, y la cuota más amplia de diversidad cultural (está totalmente filmada en lengua quechua), aborda temas como la complejidad familiar y la búsqueda de identidad.
A todas luces, la película presenta una premisa en la que se declara que las dificultades de volverse adulto incluyen mirar con otros ojos a esos seres que nos engendraron, y, por ende, el abandono de toda idealización del núcleo familiar. Esto no es más que afirmar, en palabras más ordinarias, y aludiendo a la historia, que madurar implica bajar al padre del pedestal. Todo lo anterior es expuesto de la forma más dramática posible y en un escenario en donde el conservadurismo, los roles familiares, y específicamente, la figura masculina, debe seguir un camino marcado por “las buenas costumbres”. Ante el asomo de cualquier diferencia, todo es susceptible de explotar como bomba de relojería.
Es una película con mucha sobriedad y desborde de emoción. Sus actores principales escasamente apelan al sentimentalismo a excepción de Magaly Soler, quien, como buena actriz dramática, recurre a la exageración de las lágrimas en un par de momentos claves. A un año después de haberla visto, sigo con la sensación de que otro final le hubiese dado justicia, pero también con la certeza de que se me quedó estampada. Aun hoy sigo pensando que es tan emotiva como eficaz y reflexiva. Algo muy profundo tuvo que haberme movido.
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